Un camello o dromedario
(escribe una mosca en su
diario),
tan rápido corría
que yo apenas podía
contarle las jorobas,
corre que corre
levantando polvoreda en el Sahara
desde hacía kilómetros
buscaba
un baño ¡una carpa de su tamaño!
Sin tener arbolitos
a la vista...
el camello pudoroso
pasó como un camión
entre arqueólogos y
turistas,
convirtiendo en inodoro
un invaluable tesoro,
la tumba de Tutankamón.
Durante horas escuchamos
angustiados
el susurro de alivio
enchastrando la pirámide
por entera,
pero a medida que el
charquito
se filtraba en la arena
todos tuvimos una gran
sorpresa:
brotaron flores,
hermosas enredaderas.
Brotó una pequeña primavera
en el desierto.
Turistas y arqueólogos,
momias y todos los muertos
que despertaban
de larga siesta
bostezando putrefactos
vapores ¡bailaban
cantando entre las flores!
¡todo era una fiesta!
(anota la mosca en su
diario)
la desventura con final
feliz
en que un camello o
dromedario
hizo pis,
y en las pirámides
brotó una floresta.