Pegaso


Desde muy pequeño
el caballito alado
aparece en los sueños
de miles de niños
de esta parte del mundo
y del otro lado.

Viaja todo el tiempo
de Argentina hasta Alaska,
de Australia a Pakistán,
París, Río Negro,
Purmamarca,
Rodeo... y sale otra vez
para estar esa noche en un sueño
de Milán o Bangalesh.

Ocurrió de repente, cuando
despegaba de un pueblito
de Corrientes.
Llovía, y en el nubarrón
se encontró de frente
un terrible avión
Boing 747.

Pegaso atropellado
por semejante
pajarraco latoso,
en tirabuzón intentó
un aterrizaje forzoso
y vino a caer en el patio
de un campesino andrajoso.

El campesino lo encontró
enredado en su naranjo seco,
cerquita del único cardo.
Asombrado le dijo:
- “nunca vi un caballo bayo
alado
mucho menos
en un árbol, empollando.”
- “Mucho gusto. Soy un
Pegaso, y me llamo
Ricardo”.
El campesino buscaba
patas, para salir disparando.

A los gritos desde el rancho
se hicieron amigos.
Decidieron denunciar
el incidente ocurrido
porque un avión sin bocina
pasa inadvertido.

Del aeropuerto respondieron:
Estimado Pegaso,
los pilotos afligidos
lamentamos su porrazo.
Disculpe nuestro descuido,
¡venga amigo, venga por un abrazo!
Queremos informarle:
no le pondremos bocina
a nuestros aviones.
Pero como somos responsables,
interesados en al gente,
le regalamos un chaleco
con luces intermitentes.
Ya ve usted: ¡excelente! para andar
entre nubarrones
y evitar los choques
con posibles aviones
que le vengan de frente.

Pegaso y campesino
con el chaleco vistieron
al espantapájaros
del vecino.
El campesino abandonó
su rancho donde tenía
sólo un naranjo seco
y un cardo.
Como sabía buenos cuentos,
ahora va
montado en el caballo
bayo alado,
visitando sueños
de miles de niños
de esta parte del mundo
y también
del otro lado.