Fabulario apócrifo de un Huevo Bíblico




Libro completo Romancero embichado


Aquí se puede leer el libro completo!


Una laucha en mi cocina

Hay una laucha,
una enorme laucha
en mi cocina.
Tiene casi dos metros de alto
y camina por las estanterías
en busca de comida.

Yo le puse nombre
se llama: Jenofonte.
Mi laucha en grande
como un rinoceronte
pero rápida y sigilosa
como una ardilla ninja
sospechosa.

Nadie más puede verla
por eso mi familia no se escandaliza,
pero yo conozco sus gustos:
escondo pizzas y sandías entre las tazas
y entre los estantes,
tortas de chocolate,
aceitunas, quesos, tomates.
Por las noches
mi laucha Jenofonte
sube a la mesada.
Enciende el hocico, la radio
y pone la pava.
En plena madrugada
husmea los rincones,
sin hacer mucho ruido,
chupa unos amargos,
y devora despacito
su banquete preferido.

Al despertar
es mi turno de jugar.
Siempre deja entre las frutas,
dentro de la azucarera
o pegado en la heladera,
un papelito escondido:
“Querida niña, nuevamente,
Jenofonte agradecido.”

Camellos y flores


Un camello o dromedario
(escribe una mosca en su diario),
tan rápido corría
que yo apenas podía
contarle las jorobas,
corre que corre
levantando polvoreda en el Sahara
desde hacía kilómetros buscaba
un baño ¡una carpa de su tamaño!

Sin tener arbolitos
a la vista...
el camello pudoroso
pasó como un camión
entre arqueólogos y turistas,
convirtiendo en inodoro
un invaluable tesoro,
la tumba de Tutankamón.

Durante horas escuchamos
angustiados
el susurro de alivio
enchastrando la pirámide
por entera,
pero a medida que el charquito
se filtraba en la arena
todos tuvimos una gran sorpresa:
brotaron flores,
hermosas enredaderas.
Brotó una pequeña primavera
en el desierto.

Turistas y arqueólogos,
momias y todos los muertos
que despertaban
de larga siesta
bostezando putrefactos
vapores ¡bailaban
cantando entre las flores!

¡todo era una fiesta!
(anota la mosca en su diario)
la desventura con final feliz
en que un camello o dromedario
hizo pis,
y en las pirámides
brotó una floresta.


Copérnico Carayá

Más raro que un rinoceronte andino
es el mono citadino
Copérnico,
el único mono con vértigo
en todo el zoológico.
Un veterinario
que antes 
había sido comisario,
por sacarle el vértigo
a Copérnico, lo obliga
a subirse a una silla
que está arriba de una silla
mil, dos mil, tres mil veces al día.
Es su peor pesadilla
y no encuentra salida
a su quieta 
pero vertiginosa vida.
Como a nadie entretenía
en el zoológico
porque quieto ahí se estaba
hasta que anochecía,
fue echado a la suerte
en el monte chaqueño.
Recién allá supo que su apellido 
es Carayá y que la cola
también es una mano.
Las noches se le van 
jugando con sus hermanos.

Si lo quieren visitar
vayan hasta el Chaco
y pregunten por la familia
de los macacos
que se llama Carayá.
Ellos los llevarán mejor que nadie,
por los imaginarios caminos del aire.

Vuelo Primavera


una cucaracha elegante
nacida en plaza francia
a la fragancia de jazmines
y madreselvas…
pasea presumida
su coquetería,
saboreando semillitas
de mandarina.
Cansada de tanta elegancia
bostezaba aburrida
desde su latita escondida
bajo un banco de la plaza
y en ese instante
pasó: la  primavera
y pasó también: un cienpiés linyera.

Se saludaron primaveralmente,
y en pocos segundos
el patimuchos ¡le habló de medio mundo! 
de ratones vagabundos
de lechuzas infernales
de viajes en palito
por cloacas hasta el mar.
le contó desventuras
de pájaros prisioneros,
y poemas escritos
por perros andariegos
dedicados al viajar.

Contando y contando
ya no supieron cuando

la plaza se les hizo viento,
y si lo que digo es puro cuento,
que lo decida quien quiera,

pero vean amigos: ahí va
una cucaracha
y un cienpiés linyera,
volando la primavera,
entre flores de lapacho,
sobre un pompón
que soltó el palo borracho.




Pegaso


Desde muy pequeño
el caballito alado
aparece en los sueños
de miles de niños
de esta parte del mundo
y del otro lado.

Viaja todo el tiempo
de Argentina hasta Alaska,
de Australia a Pakistán,
París, Río Negro,
Purmamarca,
Rodeo... y sale otra vez
para estar esa noche en un sueño
de Milán o Bangalesh.

Ocurrió de repente, cuando
despegaba de un pueblito
de Corrientes.
Llovía, y en el nubarrón
se encontró de frente
un terrible avión
Boing 747.

Pegaso atropellado
por semejante
pajarraco latoso,
en tirabuzón intentó
un aterrizaje forzoso
y vino a caer en el patio
de un campesino andrajoso.

El campesino lo encontró
enredado en su naranjo seco,
cerquita del único cardo.
Asombrado le dijo:
- “nunca vi un caballo bayo
alado
mucho menos
en un árbol, empollando.”
- “Mucho gusto. Soy un
Pegaso, y me llamo
Ricardo”.
El campesino buscaba
patas, para salir disparando.

A los gritos desde el rancho
se hicieron amigos.
Decidieron denunciar
el incidente ocurrido
porque un avión sin bocina
pasa inadvertido.

Del aeropuerto respondieron:
Estimado Pegaso,
los pilotos afligidos
lamentamos su porrazo.
Disculpe nuestro descuido,
¡venga amigo, venga por un abrazo!
Queremos informarle:
no le pondremos bocina
a nuestros aviones.
Pero como somos responsables,
interesados en al gente,
le regalamos un chaleco
con luces intermitentes.
Ya ve usted: ¡excelente! para andar
entre nubarrones
y evitar los choques
con posibles aviones
que le vengan de frente.

Pegaso y campesino
con el chaleco vistieron
al espantapájaros
del vecino.
El campesino abandonó
su rancho donde tenía
sólo un naranjo seco
y un cardo.
Como sabía buenos cuentos,
ahora va
montado en el caballo
bayo alado,
visitando sueños
de miles de niños
de esta parte del mundo
y también
del otro lado.